Muchas personas han tenido muy malas experiencias con sus madres. Han vivido formas de relacionarse en las que han sentido mucho dolor, ven que sus madres tienen formas muy poco sanas de funcionar… y en ocasiones se descubren haciendo lo mismo que ellas. “No quiero ser como mi madre”, dicen.
Es frustrante descubrir que hacemos eso mismo que tanto hemos detestado en nuestras madres. A la vez, es difícil no parecernos a ellas. Nuestra madre ha sido (en la mayoría de los casos) nuestra principal fuente de apego y nos ha transmitido infinidad de cosas. Algunas más útiles para nuestra vida y otras menos.
Sin sus cuidados, atenciones, alimento… no hubiéramos sobrevivido, no seríamos quienes somos, pero algunos comportamientos nos han hecho mucho daño y nuestra niña interior tiene muchas heridas.
Hay mucho de ellas en nosotras, porque ha sido nuestro modelo y hemos interiorizado sus patrones, creencias, discurso… conformando así nuestra madre interna. Esta figura se encarga de nuestro propio maternaje y autocuidado, y con trabajo personal podemos llegar a cambiar los patrones antiguos por otros más amables y respetuosos con nostras mismas.
Me parece importante entender que nuestras madres son mujeres con limitaciones, que a la vez sintieron dolor con el comportamiento de su propia madre. Hicieron lo mejor que pudieron o supieron, pero eso no quita el dolor que sintió esa niña.
Al dolor que esa niña sufrió por las limitaciones de esa madre, se añade el dolor que ahora ella se inflinge al rechazar lo que encuentra de su madre en ella.
Si no queremos añadir más dolor al que ya llevamos a cuestas, podemos empezar a mirar a estas partes de nosotras con respeto y compasión, en lugar de mirarlas con juicio. Así sentiremos que estamos de nuestro lado y que nos acompañamos.
Al hacerlo dejaremos la pelea con nosotras mismas, y desde esta paz podremos poner conciencia a nuestros comportamientos disfuncionales y por fin, dejarlos caer, consiguiendo así desarrollar en nosotras esa madre interna amorosa y comprensiva.
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En este grupo vamos compartiendo nuestro día a día a la vez que vamos trabajando distintos temas de desarrollo personal ¿te vienes?
¡Qué conmovedor homenaje a todas las madres y su influencia transformadora! Como hombre criado por una madre extraordinaria, este artículo resonó profundamente en mí. La autora captura con maestría esa mezcla de admiración y nostalgia que sentimos al reconocer cómo las enseñanzas maternas moldean nuestro carácter.
Me emocionó especialmente la reflexión sobre *»heredar no solo rasgos físicos, sino esa fortaleza silenciosa»* que caracteriza a tantas madres. Como profesional y padre, reconozco cada día más cómo esos valores de resiliencia, amor incondicional y sacrificio que aprendí de mi madre son mi mayor patrimonio.
Destaco tres enseñanzas poderosas del artículo:
1) La importancia de honrar nuestro origen sin perder la identidad
2) Cómo el legado materno trasciende generaciones
3) Esa hermosa paradoja de querer ser como ellas mientras forjamos nuestro propio camino
¡Gracias por este recordatorio de que la verdadera herencia no se mide en bienes materiales, sino en valores y amor! Un artículo que todo hijo -y especialmente nosotros los hombres- deberíamos leer para valorar debidamente ese regalo invisible que recibimos.