El otro día quedé a comer con un grupo de personas. En Murcia ya hace mucho calor, digamos treinta y bastantes grados, y a medio día ya cuesta ir andando por la calle.
El caso es que yo les propuse quedar a comer en un lugar que nos pillaba a todos a unos diez minutos de distancia andando.
Una de las personas que venía a la comida dijo que no, que hacía mucho calor e incluso llegó a decir que si quedábamos allí ella prefería no ir. Entonces propusieron otro sitio, que a la mayoría pillaba realmente muy cerca, pero que para mí suponía andar veinte minutos para llegar.
Automáticamente mi cuerpo reaccionó, empecé a sentir cierto malestar. Yo funciono de esta manera, primero me doy cuenta de la emoción, y entonces tengo que ir a buscar el pensamiento que la está generando para poder elaborar lo que me está pasando.
Primero me di cuenta de que estaba enfadada. “Digo yo de ir a un sitio que está a diez minutos y me dicen que no, pero luego me proponen otro sitio a 20 minutos… no es justo!”.
Después intenté ir un poco más allá y buscar qué había debajo de ese enfado. Este es un ejercicio genial, no quedarte en lo superficial, sino ir a buscar un poco más allá. Esto te ayuda a conocerte y entenderte.
Efectivamente, debajo del enfado había una sensación de “no me tienen en cuenta”. Esta sensación ya no me producía enfado sino dolor.
¿Te suena esta sensación? ¿La tienes a menudo? No me tienen en cuenta, no ven mis necesidades, no se preocupan por mí…
Nos duele que nuestras necesidades estén desatendidas, no vistas, no tenidas en cuenta… y se nos pasa por alto que nosotras tampoco las atendemos ni las vemos. Yo me hago lo mismo que me hacen esas personas que no me ven. Yo soy la primera que me ignoro!
Los demás no te tienen en cuenta, pero ¿y tú? ¿te tienes en cuenta?
Si tú sí te tienes en cuenta ya no te sientes desatendida, ni no vista. Por ya hay alguien que te atiende y te ve… tú misma!
No necesitas que los demás te atiendan para no sentirte invisible. Encárgate tú de ello y no dejes tu vida en manos de los demás, pues ellos, unas veces te tendrán en cuenta y otras no, pero tú siempre estás ahí para ti.
En la historia que te cuento, esa persona estaba mirando por ella y no por mí, pero es que la que tenía que mirar por mí era yo! Cuando me di cuenta de esto, se me pasó el malestar y decidí hacer lo que yo necesitaba hacer. Aunque lo que hice después no es relevante para lo que te quería contar hoy, si te apetece saberlo escríbeme y te lo cuento!
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