Imagina una niña a la que juzgaban o criticaban por ser lenta, por estar parada sin hacer nada productivo o por no aprovechar más el tiempo.
Esto no ocurría de manera ocasional, sino día tras día y año tras año.
Imagina que esta niña sentía malestar cuando le “reñían” porque entendía que era mala o inadecuada.
Ahora de adulta ya se ha olvidado de esas escenas, pero sigue sintiendo malestar cuando está parada o no es productiva.
Tiene una creencia de que estar sin hacer nada productivo es inadecuado y cuando lo hace es ella misma quien se riñe (se invalida) con su discurso interno.
Esta adulta no es consciente de nada de esto, se limito a no estar parada para así dejar de sentir el malestar, sin cuestionarse nada más.
De esta manera sus creencias (y no ella) controlan su vida.
¿Hay alternativa? Por supuesto. Si yo soy consciente de dónde viene esa sensación de malestar puedo entender. “Ah vale, yo me siento así por todas las veces que me han dicho de pequeña que eso estaba mal” y ahora yo me lo sigo diciendo.
Ya sé de dónde viene, pero ¿sigue teniendo sentido para mí a día de hoy? Seguramente no. Quizá ahora yo entiendo que necesito también momentos para descansar y parar, y que esta necesidad es legítima. Así «actualizo» esa creencia por una que se ajusta más a mis necesidades actuales.
Vale, ya puedo ver que hay una creencia que me dificulta ir en la dirección que quiero. La buena noticia es que una vez que soy consciente de ello ya tengo libertad para elegir si dejo que esta creencia siga dirigiendo mi vida o no.
Ahora ya tengo otra opción: puedo permitirme parar a pesar del malestar. Si lo hago, observaré que yo misma soy la que lo genero, invalidándome cuando no hago lo «correcto».
El siguiente paso es dejar de invalidarme. ¿Qué tal si ahora me valido? Puedo cambiar mi discurso interno y decirme: «sigo siendo válida también cuando paro».
Al cambiar mi discurso interno, cambia la emoción, el malestar se hace más pequeño o desaparece.
En definitiva he cambiado una creencia y mi reacción ante esa creencia, sencillo, no? Ahora, para poder hacerlo necesito tiempo y el acompañamiento adecuado. Alguien que me guíe y que vea mis puntos ciegos. Aquí es donde aparece la terapia individual, que te puede ayudar a eliminar gran parte del malestar de tu día a día.
Porque hay dolores que son inevitables y malestares que se quitan fácilmente con terapia. ¿Te animas?