Hay una niña mirando a su madre, en lugar de ser la madre la que mira a la niña.
La atención se centra en las necesidades de la madre y la madre en recibir, para ello la niña tiene que olvidarse de sí, de recibir lo que legítimamente necesita, y centrarse en las necesidades de la madre, para satisfacerla, para que ésta esté bien, y a la vez, para poder ser vista y reconocida.
Esa niña se convierte en víctima del abuso emocional de la madre.
Este puede parecer un lugar confortable, donde por fin la niña es vista, pero en realidad no es así. Por mucho que se esfuerce nunca consigue lo que anda deseando con todas sus fuerzas: la mirada de su madre, su cariño, su reconocimiento, el saberla de su parte, el sentirse adecuada, digna, aceptada, querida, importante.
Si la niña tiene que mirar a mamá es porque lo suyo no importa. Este es el mensaje de fondo. La niña se anula, se desconecta, deja de escucharse para poder complacer a mamá. Solo esto ya duele horrores.
A pesar del sacrificio sigue sin tener a mamá, y además ahora tampoco se tiene a sí misma.
Anda perdida, sin encontrar lo que necesita y sin saber qué hacer para conseguirlo.
Así es como va a entender el amor, como sacrificio, como anularme yo para complacerte a ti. Y si doy espacio a lo mío me voy a sentir incómoda y voy a conectar con mucho miedo, pues temeré perder el amor, ese que en realidad nunca he tenido, pero que deseo con todas mis fuerzas.
Esa niña solo conoce las migajas del amor de mamá, que cuando se siente complacida reparte algo de aprobación con su gesto y su mirada. Una aprobación totalmente condicionada y que es lo más cercano al amor que esta niña conoce.
La niña se agarra a esta aprobación como a un clavo ardiendo. Mejor eso que nada… a fin de cuentas, tampoco conoce otra cosa. Lo que sí conoce es su desesperación por sentirse adecuada y amada, que no puede calmar con nada de lo que encuentra a su alrededor.
Esta niña tampoco es consciente de la rabia que le provoca no tener eso que legítimamente le corresponde. Rabia por tener que anularse y olvidarse de ella. Rabia por no ser vista ni reconocida por mamá. Esta rabia quedará reprimida y olvidada, pero no por ello va a desaparecer.
Esta niña se va a convertir en una mujer adulta que seguirá buscando vorazmente el amor, la aprobación y la mirada que mamá no le dio. Lo buscará en su jefa, sus amistades, su pareja e incluso en sus hijos/as.
No será consciente de que ahora ya nadie va a venir a tapar ese hueco. De que ahora ya no toca buscar cómo llenarse. De que sigue viviendo desde la niña herida cuando exige a los de su alrededor que la llenen. De que nadie tiene la obligación de hacerlo. De que ella, en realidad, ya no lo necesita.
Sentirá que lo suyo no importa, que no merece el amor de los demás, que debe anularse para complacer a otros, que tiene que esforzarse para conseguir que la tengan en cuenta, que los demás no la quieren, en ocasiones no sabrá lo que quiere o necesita, se adaptará a los deseos de los demás, no se sentirá respetada ni tenida en cuenta, no se sentirá valorada, tratará de ser diferente a como es en un intento de sentirse aceptada…
Hasta que haga un proceso de autoconocimiento y desarrollo personal. Entonces comprenderá la dimensión del dolor de sus vivencias infantiles.
Se podrá mirar con más amor y compasión.
Se dará cuenta de que todo eso ya pasó.
Ya no es presa del abuso emocional. Ahora ya puede cuidar ella misma de ese vacío. Adornarlo, honrarlo, quererlo, cuidarlo…
Ahora ya no está sola. Ahora se tiene a sí misma.
Ya es una mujer adulta, poderosa y con recursos.
Ya puede acogerse, cuidarse, mirarse, escucharse, acompañarse… en definitiva, darle a su niña interior todo eso que en su momento no le dieron.
Recorrerá un largo camino que en ocasiones será doloroso y que también le traerá una gran paz y sensación de liberación.
Así, poco a poco, irá cambiando se vida, sus relaciones, su perspectiva… para ir consiguiendo cada día un poquito más de bienestar y paz interior.
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