Alguien nos agrede de alguna manera, imaginemos que verbalmente, y nosotros/as hacemos como que no nos afecta en absoluto. Por dentro sentimos dolor, pero no lo expresamos, no dejamos que se vea, en lugar de eso lo que hacemos es ponernos rígidos/as, fríos/as, insensibles por fuera.
Me estoy echando un pulso ante la agresividad del otro. Estoy agrediendo yo también, aunque de una forma muy pasiva: no me afecta ni me importa nada de lo que hagas o digas, para mí no existes. Mostramos total indiferencia por lo que esa persona nos dice.
Esta es una forma de defenderse… no la más funcional, desde luego, pero nos puede haber resultado últil en algunos momentos, cuando fuimos niños/as y no contábamos con otras herramientas más elaboradas. En su momento nos protegió en cierta medida del dolor de las agresiones de otros más fuertes, seguramente adultos, cuando no teníamos posibilidad de ponerles límites o parar estas agresiones de otra manera, que es lo que suele ocurrirle a los/as niños/as.
Esta forma de comportarnos, como digo, es agresiva. Tratamos de provocar dolor en el otro con nuestra indiferencia, el mismo dolor que sentimos nosotros/as al recibir dicha agresión.
Pero este comportamiento no solo es agresivo con el otro, no solo daña al otro, también nos daña a nosotros/as mismos/as porque negamos lo que estamos sintiendo. Fingimos sentir algo totalmente diferente y reprimimos la expresión del dolor o la tristeza que la agresión nos provoca.
Reprimir nuestras emociones nos daña.
¿Cuál sería una alternativa más sana? Reconocer qué nos pasa, conectar con nuestro dolor, expresarlo, mostrarlo. Así el otro nos puede ver, puede ser consciente del daño sí aún no lo era. A la vez, nosotros/as damos espacio a lo que de verdad nos pasa, sin reprimir, negar o fingir que sentimos algo diferente.
Al actuar así, dejamos de añadir más violencia a la situación y se da la posibilidad de que haya encuentro entre ambas partes. Solo si yo expreso lo que me pasa el otro podrá empatizar conmigo.
Esto no quiere decir que entonces ya todo vaya a ser maravilloso. Puede que haya encuentro o puede que no. Puede que el otro sea capaz de asumir la responsabilidad de sus actos o que por el contrario, los niegue o se defienda. Esto ya no depende de nosotros/as.
En cualquier caso tendremos claro que hemos hecho nuestra parte. Podremos quedarnos tranquilos/as por haber sido transparentes y honestos/as con nostros/as mismos/as y con el otro. Esto, en definitiva, es lo que trae paz interior.
Con los demás solo nos queda aceptar y respetar que están donde están y elegir con quien queremos compartir nuestro tiempo.
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