Cuando no tenemos cubiertas nuestras necesidades, no podemos ver las necesidades de los demás.
Nos pasa con nuestros hijos, pero también nos pasa con el resto de la gente. Es como un no poder salir de nosotras para ir a ver al otro. Tan necesitadas seguimos estando…
Esto nos ocurre porque de niñas no tuvimos lo que esperábamos tener (mirada, atención y amor incondicional) y entonces, de adultas, nos quedamos esperando todo eso que necesitamos pero que nunca llegó. Seguimos teniendo la esperanza de que algún día llegue y tape ese vacío que sentimos.
Vamos por la vida buscando ese amor, ese reconocimiento, esa mirada. A vences durante años, a veces durante toda la vida.
Lo buscamos en nuestras parejas, amigos, padres e incluso en nuestros hijos.
A veces lo exigimos (a nuestras parejas sobre todo) y desde la exigencia no lo conseguimos, pero vivimos relaciones de dependencia, donde necesitamos que el otro nos dé eso que nunca nos dieron (y que ya nunca nos van a dar).
Estas relaciones de dependencia son más propias de un niña (que necesita a sus padres para sobrevivir) que de una adulta. Una adulta ya no depende. Lo ideal, si hubiéramos recibido todo eso que necesitábamos, es que nos hubiéramos llenado y estuviéramos ahora preparadas para dar.
Viviríamos entonces un amor maduro, donde no nos dolería dar y donde no exigiríamos nada al otro, porque no tendríamos esta sensación de urgencia por tapar nuestros vacíos y porque no pondríamos en el otro la responsabilidad de hacerlo.
La realidad es que no corresponde al otro satisfacer mis necesidades. Nadie tiene la obligación de darme absolutamente nada, así que todo lo que me llegue es un REGALO.
Desde la mirada de la niña, espero que el otro satisfaga mis necesidades insatisfechas y me enfado o me siento dolida cuando no lo hace.
Desde la mirada de la niña, somos incapaces de ver al otro y vivimos encerradas en nosotras mismas, gastando toda nuestra energía en tratar de gestionar este vacío, este dolor, esta falta. No tenemos energía para mirar a los demás y tratar de ver sus necesidades.
Porque la cosa siempre va de necesidades.
Es como el sediento que hasta que no puede beber es incapaz de pensar en otra cosa. Igual vamos nosotras por la vida, buscando desesperadamente amor, aceptación, reconocimiento… a veces lo mendigamos y otras lo compramos muy caro.
Por eso es urgente mirar estas necesidades nuestras no satisfechas, ponerles consciencia y ver de qué manera las atendemos, para así dejar de buscar amor fuera a cualquier precio y de cualquier manera, para así poder ver al otro y conectar de verdad con él.
Ahora soy adulta y responsable de buscar la manera de satisfacer mis propias necesidades, contando con que puedo apoyarme en otros y en mí misma, pues ahora puedo ser yo misma mi madre interna que da a mi niña interior todo eso que sigue necesitando.