En uno de los talleres de Gestalt de mi formación, la terapeuta dijo “Si no le damos espacio a lo que nos pasa, nos vamos a pasar la vida huyendo de nosotros mismas.”
Tengo esta frase apuntada y marcada en un recuadro… y es que para mí fue una clave importante en el momento en que la escuché.
Mucha veces nos da miedo nuestro sentir, no queremos conectar con la angustia, el miedo, la vergüenza… o cualquier otro sentimiento que nos resulte “incómodo”. Entonces, cuando algo de ésto aparece, lo que hacemos es huir, y al huir nos dejamos solas. Y dejarnos solas duele…
Nos evadimos de nuestros sentimientos, pensamos en otras cosas, nos olvidamos de lo que nos pasa, nos vamos a ver una película al cine o estamos todo el día ocupadas para no enterarnos de eso que sentimos. Entonces nos desconectamos de nosotras, de nuestro cuerpo y de nuestra experiencia. Todo con tal de no sentir esa incomodidad que tanto miedo nos da.
Para no sentir lo que sentimos hacemos tantas cosas… a veces nos inventamos nuestras propias estrategias y se da la paradoja de que algunas de ellas acaban por hacernos más daño que los sentimientos originales. Te pongo un ejemplo:
Lo que hacen algunas personas para no sentir el posible dolor de ser abandonadas, es no vincularse realmente con nadie. Se vinculan hasta cierto punto, pero no llegan a la intimidad emocional que realmente les nutriría. Este es su estrategia para evitar el dolor, pero no tienen en cuenta el daño que se producen por no permitirse tener intimidad emocional con nadie.
Si comparáramos el dolor de un posible abandono (que sólo es una suposición) y el dolor de la soledad constante en la que viven estas personas, encontraríamos que realmente no les compensa esta estrategia. El problema es que mucha gente ni siquiera es consciente de lo que hace ni para qué lo hace, y por tanto es imposible que puedan sopesar ambas opciones y darse cuenta del daño que que ellas mismas se hacen.
Partimos siempre de la premisa de que nosotras siempre buscamos nuestro bien, hacemos este tipo de cosas para ayudarnos, para evitarnos el dolor y el sufrimiento. Al ser este tipo de mecanismos normalmente inconscientes, no podemos darnos cuenta de la paradoja o el sin sentido que en realidad suponen. A veces necesitamos ayuda, una visión externa de alguien que nos ayude a ver claro todo esto que hacemos y que en realidad, es lo que hace nuestra vida más difícil.
Si nos damos cuenta de que cada emoción tiene su papel (la tristeza viene a ayudarnos a aceptar una situación que no podemos cambiar, la ira viene para darnos la energía suficiente para cambiar una situación o para poner un límite…) y que cada una de nuestras emociones nos habla de nuestras necesidades no satisfechas, nos va a resultar más fácil dejar de huir de ellas.
Algunas emociones son incómodas, sí, pero ya somos mujeres adultas y podemos gestionarlas, podemos sostenerlas, confía en ti. Son sólo energía que sentimos en nuestro cuerpo, nuestra propia energía.
Párate a sentir aquello que sientes, fíjate en qué parte de tu cuerpo lo sientes y de qué manera, y permite a esta emoción estar en ti, ábrete a ella. Pon conciencia en qué necesidad no satisfecha esconde esta emoción. Aprovecha esta información valiosísima para enterarte de ti, para buscar los medios para proporcionarte aquello que estás necesitando.
Deja de pasarte la vida huyendo de ti y de lo que sientes. Atrévete por fin a sentirlo y verás como no es tan horrible como lo imaginabas. Puedes sostenerlo.
Aquí y ahora, elige quedarte contigo.







