Ayer leía en algún sitio, ante un testimonio de una persona que se encontraba angustiada por su situación, que alguien le hablaba de OCUPARSE en lugar de PREOCUPARSE.
Me encantó esta idea… y te quiero contar cuál es para mí la diferencia entre una cosa y otra.
Desde la preocupación, vivo la situación con angustia. Me centro en lo que está mal, seguramente tengo pensamientos negativos y siento miedo. Esta actitud ante eso que pasa, en cierta medida me paraliza. El miedo y la angustia me paralizan, no me dejan ver con claridad y caigo en una posición de víctima. Me quejo de lo que hay y mis energías se van en quejarme y en sostener mi angustia.
La preocupación es una emoción inútil. De hecho puedes pasarte grandes cantidades de tiempo preocupándote por cosas que nunca ocurrirán… ¿y si me echan del trabajo? ¿Y si mi pareja se va? Quizás nada de esto ocurra nunca, pero tu cuerpo ha sentido esa preocupación, has imaginado esa situación y te has sentido como si ya hubiera ocurrido.
¿Mejora en algo las cosas que tú te preocupes?
No, en absoluto.
¿Para qué nos sirve entonces la preocupación?
Pues, como todo lo que está presente en nuestra vida, tiene una función y de ella obtenemos un beneficio…
Para empezar es la excusa perfecta para no actuar. Si estoy “ocupada” preocupándome, no tengo claridad ni foco para realizar los cambios que necesito hacer o incluso para enterarme de lo que me está ocurriendo aquí y ahora (y hay muchos momentos de nuestra vida donde tenemos la tentación de huir de aquello que sentimos en el presente).
Si estoy ocupada preocupándome, si mi energía y mi atención está ahí, evito tener que responsabilizarme, evito tener que arriesgarme y salir de mi zona de confort. Me quedo inmóvil, preocupándome y sintiéndome segura en lo malo conocido.
También puede ocurrir que esta preocupación, si va dirigida a alguien que se supone que quieres, te sirva para mejorar la imagen que tienes o que quieres dar de ti misma. “Estoy taaan preocupada, porque claro, la quiero tanto…”. Así demuestras ser una buena madre, buena hermana, buena hija…
Otra más… te sitúa en una posición de víctima y a algunas personas esto les encanta y les sirve para obtener atenciones o incluso para ser compadecida por los demás.
Otra cosa bien distinta es OCUPARME. Cuando me ocupo me hago cargo, me responsabilizo de aquello que no va bien en mi vida y doy opción a que se produzcan cambios. Es una postura activa, donde tomo las riendas de mi vida y soluciono aquello que se puede solucionar.
¿Y lo que no se puede solucionar, lo que escapa a mi control? En este caso no tiene sentido ocuparnos ni preocuparnos. No hay nada que podamos hacer, más que VIVIR EL PRESENTE y disfrutarlo.
Me ha parecido excelente este post y nuy acertado con lo que yo estoy viviendo en estos últimos meses. Lo he comprobado que pierdo mucho tiempo en preocuparme y eso no me ayuda en nada. Como también he comprobado que me siento mucho mejor conmigo misma cuando estoy muy ocupada en hacer cosas para que cambie mi situación en lugar de quedarme llorando y haciéndome la víctima para ver si ocurre un milagro sin mover ni un dedo. Es totalmente cierto, «No te preocupes, ocúpate». Gracias.
Hola Petri! Me alegra que te sirva. De lo que entra dentro de nuestro control, es mejor ocuparnos, hacer lo que está en nuestra mano para cambiarlo. Esto es responsabilizarnos de nuestra vida. En cambio, de lo que escapa a nuestro control, tampoco tiene sentido preocuparnos, pues nada podemos hacer. Un abrazo.