Todas queremos tener la autoestima alta, porque la asociamos con mayor bienestar y con mayor felicidad. Todas queremos sentirnos bien con nosotras mismas.
Hay muchas formas de conseguir (o intentar conseguir) sentirnos bien con nosotras mismas, pero siento decirte que no todas son igual de sanas.
Párate a pensar, por ejemplo, cuando criticas a alguien. Hablas sobre una persona haciendo un juicio sobre algo que hace o dice y que en teoría no debería hacer o decir. En el fondo, lo que hacemos es PONERNOS POR ENCIMA de esa persona, alguien hace algo mal y yo soy la jueza que lo sentencia.
Sí, al juzgar nos ponemos por encima del otro. El ponerme por encima es un intento de elevar mi autoestima, de verme importante, valiosa, de sentirme bien conmigo misma. Pero este no es un camino sano hacia la autoestima.
Algo que también hacemos a menudo es pensar que nuestra autoestima depende de la aprobación de los demás. Esto solemos hacerlo a través de nuestro atractivo físico, el éxito en el trabajo, nuestra posición social… y podemos poner toda nuestra autoestima en uno de estos pilares o repartirla entre varios de ellos.
Nuestra autoestima depende entonces del éxito que tengamos en diferentes áreas de nuestra vida. Al mismo tiempo, cuando por algún motivo dejemos de tener éxito en esas áreas, peor nos vamos a sentir cuanto más dependa nuestra autoestima de ellas, pues lo que está en juego (o eso creemos) es nuestra propia valía personal.
Al final, ponemos nuestra autoestima en manos de algo externo a nosotras y el peligro de esto es que podemos pasar de un éxito a un fracaso en cuestión de minutos. La misma persona que un día nos alaba, al día siguiente nos puede criticar… ¿y mi autoestima va a estar subiendo y bajando según cómo se despierten los demás ese día?
Ahora quiero hablarte de otra fuente de la autoestima… la COMPASIÓN.
La compasión no es una valoración o una etiqueta, sino una forma de relacionarnos con nosotras mismas.
Desde la compasión somos conscientes de que hacemos unas cosas mejor y otras peor, pero los éxitos o los fracasos no nos definen. No buscamos a toda costa el sentirnos suficientemente buenas, sino que nos abrimos a vivir el momento presente, con lo que hay, sabiendo que hagamos lo que hagamos, nuestra valía nunca esté en juego.
Desde la compasión no necesitamos ya ser mejores que los demás, nos sabemos frágiles, vulnerables, imperfectas… y aún así podemos ser amables con nosotras mismas.
Tenemos una imagen de nosotras que no depende de los demás ni de las situaciones externas, que no depende ni siquiera de nuestros éxitos. Esta imagen nace de sentirnos valiosas y merecedoras de respeto SIEMPRE, hagamos lo que hagamos (son nuestras acciones, no nosotras, las que a veces no son tan respetables).
Cuando nuestro sentimiento de valía viene de nuestra idea de que siempre merecemos respeto, es mucho más estable que cuando viene de la aprobación social, de un sentimiento de superioridad, del atractivo físico o de cualquier otra situación externa.
Y tú… ¿de qué fuente obtienes tu autoestima?