Hemos integrado el juicio como una parte más de nuestras vidas, sin ser conscientes del daño que nos hace.
Juzgamos a los demás y también nos juzgamos a nosotras mismas, constantemente. De una u otra forma les decimos a los demás (y a nosotras) que lo que hacen está mal o ellos mismos están mal. Estos mensajes son muy sutiles, claro, pero en el fondo es lo que recibe la otra persona.
Ante un juicio los demás se sentirán culpables (en este caso su autoestima se resiente) o nos culparan a nosotros de su malestar (y se sentirán víctimas). El caso es que dejarán de escucharnos y pasarán a un estado de defensa o de ataque hacia nosotras.
Más allá del daño que nos hacemos a nosotras o a los demás con nuestros juicios, este tipo de comunicación no es eficaz en absoluto. No vamos a conseguir nada positivo emitiendo juicios y sí muchas desventajas.
Pero… ¿por qué emitimos juicios?
Lo hacemos porque es lo que hemos aprendido (lo llevamos viendo hacer a mucha gente durante mucho tiempo) y se convierte es nuestra forma de reaccionar y relacionarnos con el mundo.
Yo emito un juicio contra otra persona y digo algo de ella aplicando un calificativo: “Eres un egoísta, no me tienes en cuenta”.
Para mí los juicios tienen una parte de error de percepción. Pongo la atención en el otro y me olvido de la parte que me corresponde a mí.
Si yo te considero un egoísta es porque algo de lo que haces no me gusta, no me satisface o considero que no deberías hacerlo así. Pero ¿según qué normas, qué criterios? Pues los míos, claro.
Yo tengo una idea de cómo son las cosas y además considero que es la norma universal, que es la verdad. Por eso hablo como si lo fuera. Hablo como si yo tuviera la razón y no veo que vivimos en mundos diferentes y que tu mundo se rige por unas normas completamente diferentes de las que rigen en el mío.
Aquí entra la empatía. Llevo la atención a ti, pero no solo para indicar lo que no me cuadra, lo que para mí (siempre es para mí) está mal. Sino que intento comprenderte, intento comprender tu mundo e intento abrir mi mente para poder entender que hay visiones totalmente diferentes de las mías, y que por ser diferentes no son peores.
También puedo llevar luego la atención hacia mí. Ahora lo que voy a observar es lo que yo estoy necesitando. Si te digo egoísta, en el fondo estoy hablando de mis necesidades no satisfechas. Hablo de algo que yo necesito y no obtengo de ti (atención, mirada, cariño…).
Si yo necesito mucho contacto y tú me lo das, te llamaré cariñosa. Pero si tú no me lo das te llamaré fría, distinta e independiente. Y todo girará en torno a mis necesidades, sólo que yo no pongo el foco en mí sino en ti, y entonces expreso mis necesidades en forma de juicio.
Así que cada vez que te observes emitiendo un juicio sobre alguien (tanto positivo como negativo) pon atención porque algo te está pasando. Está entrando en juego alguna necesidad o alguna creencia tuya. Aprovecha esos momentos para observarte y conocerte.
Y es que no se trata del otro, SIEMPRE se trata de ti.