Las hijas nunca somos culpables (ni siquiera responsables) de la infelicidad de nuestros padres.
El caso es que desde que éramos bien pequeñas, nos han educado de una manera que nos ha hecho sentir culpables. “Si te portaras bien, mamá no se enfadaría”, “Papá se pone triste si no sacas buenas notas en el colegio…”, son dos ejemplos de cómo nos han hecho sentir culpables nuestros padres. Nos hacían creer que éramos la causa de su enfado, de su tristeza… y esto no es cierto.
Nosotras nunca somos la causa de las emociones de los demás, ni de niñas ni de adultas. Podemos ser el estímulo, pero nunca la causa.
Esto quiere decir que si yo suspendo un examen puede que mi padre se ponga triste, pero mi comportamiento como niña no es la causa de esa tristeza, ni si quiera si no he abierto un libro. La tristeza o el enfado de mi padre vendrá de su necesidad de reconocimiento a través de su hija, de sus expectativas no cumplidas o del deseo frustrado de que su hija tenga un futuro prometedor…
Reconozco que esta idea cuesta un poco de procesar al principio, pues estamos totalmente acostumbrados a culpar a los demás de nuestras emociones. Pero una vez que somos conscientes de esto y vemos la vida desde este punto de vista, todo cambia 🙂
Volviendo al ejemplo de antes, con la frase “papá se pone triste si no apruebas el examen” lo que hacemos es motivar a los niños por medio de la culpa. Conseguimos que hagan lo que nosotras queramos (a veces podemos incluso creernos que es por su bien), pero para ello les provocamos un malestar. ¿Es ese nuestro objetivo?
La realidad es que la felicidad o el bienestar de los padres no depende de las acciones de sus hijos. Y transmitirles esta creencia a nuestros hijos es hacerle un flaco favor.
Cuando hemos sido educadas con este tipo de creencias, ya de adultas, nos sentimos muy condicionadas para atrevernos a vivir nuestras vidas de la forma en que queremos hacerlo, porque ¿cómo voy a hacerle eso a mis padres? ¿cómo voy a causarles ese disgusto?
¿Cómo voy a atreverme a vivir mi vida y hacer lo que yo quiero hacer si eso va a causar infelicidad en mis padres?
Qué carga más grande creernos la causa de su infelicidad.
Así, para no causarles malestar, para que por fin nuestros padres puedan ser felices decidimos, a un nivel inconsciente, sacrificar nuestras vidas.
Este sacrificio podría tener algún valor si con él consiguiéramos algo, pero ni siquiera eso. Nosotras no podemos hacer felices a nuestros padres, nadie puede, solo ellos mismos.
Te invito a repetir internamente a tus padres:
Yo no estoy aquí para cumplir vuestras expectativas.
Yo no estoy aquí para haceros felices.
Yo no estoy aquí para salvaros.
¿Cómo te sientes al hacerlo?
Ellos son adultos, tienen herramientas para gestionar las situaciones que les presenta la vida, y si no las tienen, pueden pedir ayuda (profesional incluso) para desarrollarlas. Confía en ellos, en que están donde tienen que estar y que la vida les pone delante justo lo que necesitan aprender en cada momento. Confía en su proceso.
Renuncia a salvarlos y comienza a respetar la forma en que han elegido vivir su vida. No hay nada mejor que puedas hacer por tus padres que honrar la vida que te ha sido dada a través de ellos.
¿Y qué mejor manera de honrar la vida que disfrutarla y atreverte a vivir según tus valores?