Antes de hacernos mayores, cuando hemos sido niñas, todas hemos tenido momentos en que lo hemos pasado mal. Bien por circunstancias externas o bien por situaciones que han pasado en nuestra propia casa, ha habido veces que las cosas no han sido como nosotras necesitábamos ni como queríamos.
¿Y qué hacemos cuando somos niñas y vivimos situaciones difíciles?
Realmente tenemos pocas opciones. Disponemos de pocas herramientas para hacer frente a aquello que nos duele, nos enfada o nos frustra. Además de pocas, estas herramientas a veces no son muy funcionales, pero digamos que en esos momentos, y ya que no contamos con otras herramientas mejores, nos salvan la vida.
Imagina que tu eres una niña y tu madre se enfada mucho contigo por algo que has hecho y se supone que no deberías haber hecho. Puede que tu madre sea la persona más respetuosa del mundo, pero también puede ser que te riña, te critique, te reproche… y todo esto a ti te duele. Además ves que la persona que debe cuidarte y protegerte te está atacando. ¿En quién puedes confiar entonces, quién se ocupa de tu seguridad y de tu cuidado?
Algo que para una persona adulta puede parecer algo pequeño, para una niña puede resultar en un tema de supervivencia.
Como niña tendrás que ver cómo puedes gestionar ese dolor, miedo e inseguridad que estás sintiendo y que es incómodo de sentir. Para ello, puede que niegues tus sentimientos y niegues la realidad. Puede que defiendas a tu madre y te eches tú la culpa, pues así ella sigue siendo “buena” y tú te puedes seguir sintiendo segura.
Estas serían posibles soluciones a esa situación que vive la niña. Ninguna de estas estrategias son la solución ideal, pero son las que entran dentro de las posibilidades de una persona todavía inmadura emocionalmente.
¿Qué pasa cuando nos hacemos mayores (adultas)?
Ocurre que vamos teniendo a nuestro alcance muchas y nuevas opciones, pero que seguimos usando las mismas que usábamos entonces.
Al ser estas estrategias un poco limitadas, digamos que ya no nos compensan. Entonces era nuestra supervivencia la que estaba en juego y cualquier estrategia era mejor que nada. Ahora ya no dependemos de nadie para sobrevivir (no de la manera en que dependíamos entonces) y muchas de esas estrategias ya no nos sirven, pues es más el daño que nos provocan que las ventajas que nos aportan.
Por hacernos mayores (emocionalmente hablando) yo entiendo dar el paso de revisar todo aquello que seguimos haciendo igual que cuando éramos niñas, pero que ya no nos sirve. Creencias, patrones de comportamiento, respuestas… Todo aquello que aporta sufrimiento innecesario a nuestras vidas, pues ya tenemos herramientas y madurez emocional como para hacer las cosas de una manera mucho más funcional y beneficiosa para nosotras.
El mismo ejemplo que he puesto antes con la niña, se puede transformar en una situación donde la adulta es criticada o reprochada por su jefa o su pareja. Si sigue actuando como la niña puede que se culpe a sí misma del enfado de la otra persona, que acepte ese juicio o crítica como verdaderos y acabe sintiéndose culpable e inadecuada.
Una opción más madura y más beneficiosa podría ser el poner un límite. “No quiero seguir hablando contigo en ese tono, cuando te calmes un poco volvemos a hablar” (Esto no puede hacerlo un niño pequeño con su madre!).
Lo que te quiero transmitir es que conforme nos vamos haciendo mayores, se abre ante nosotras un abanico de posibilidades. Si no nos damos cuenta de ésto, si no nos actualizamos y revisamos (solas o en terapia) vamos a seguir utilizando los mismos mecanismos que cuando teníamos ocho años. Emocionalmente vamos a seguir siendo niñas. Y aunque en nosotras sigue habitando nuestra niña interior, ahora es la adulta la que dirige.
Las opciones que tenemos ahora no las teníamos entonces. Aprovechalas para tu propio bienestar. Hazte mayor!