Nuestro diálogo interno tiene el poder de hacernos sentir bien o mal. Nos hace sentir bien si nos auto-reforzamos, nos tratamos amablemente, con amor y con respeto. En cambio, nos hace sentir mal cuando nos juzgamos, nos insultamos o nos humillamos a nosotros mismos.
Esto que suena tan fuerte (“humillarnos”, “juzgarnos”…) lo hacemos mucho más de lo que pensamos. Solo tienes que poner un poco de conciencia a como te hablas, estar atenta para escuchar esa voz que suena en tu cabeza, porque lo normal es que vayamos en piloto automático y ni la escuchemos.
Tómate la molestia de enterarte cómo te hablas a ti misma.
Es importante conocer nuestro discurso interno porque este es el primer paso para poder cambiarlo. No podemos cambiar aquello que no conocemos o aquello que negamos.
Esta es una importante fuente de sufrimiento o de amor, según sea tu discurso, y viene de tu interior. Así que te corresponde solo a ti el revisarlo, ponerle conciencia y responsabilizarte del hecho de que eres tú quien lo genera.
Imagínate la siguiente situación: Tienes una cita con un hombre, tú te presentas a la hora y sitio acordado, pero él no aparece. Entonces llamas a tu mejor amiga y le cuentas qué te ha pasado. Ella te dice que últimamente has engordado un poco y que a lo mejor el hombre ha aparecido pero al verte no le has gustado y se ha ido, también te dice que mejor que se haya ido porque seguramente tú no ibas a estar a la altura de la cita, que no ibas a saber de qué hablar con él y que iba a pensar que eres una aburrida…
¿Cómo nos quedaríamos si nuestra mejor amiga nos dijera esto? Muy sorprendidas ¿verdad? Pero… ¿y si fuéramos nosotras mismas quienes no lo dijéramos? ¿Nos sorprendería tanto?
Algunas personas pueden llegar a tener un diálogo interno muy dañino, fuente de mucho dolor.
En ocasiones se nos presentan situaciones de las que salimos dañadas, nos vamos a casa tristes o dolidas. Pensamos que ese dolor viene de la propia situación que hemos vivido, de los acontecimientos que han ocurrido fuera, y no nos damos cuenta de que el dolor nos lo hemos provocado nosotras con todo lo que nos hemos ido diciendo con eso que pasaba fuera.
No es la vida quien nos daña, somos nosotras mismas.
Para terminar quiero hablarte un poquito sobre el auto-elogio, que es una forma positiva de hablarte a ti misma y felicitarte cuando haces algo bien (“Qué bien lo he hecho”, “He estado genial”…) . Este tipo de refuerzo es casi más importante que el que viene de fuera y la ventaja es que como solo depende de ti te lo puedes dar cuando quieras.
Si me digo “Soy capaz de conseguirlo” me estará auto elogiando, pero si me digo “no valgo para nada” me estaré faltando al respeto y maltratándome.
Para adquirir esta costumbre del auto-elogio lo que puedes hacer es llevar un registro donde apuntes tus conductas dignas de elogio y lo que te dices tras realizarlas. Esto te servirá para darte cuenta de si te elogias o no cuando haces algo bien y para ir cogiendo el hábito de hacerlo hasta que consigas automatizarlo.
Estas autoverbalizaciones tienen el poder de hacerte sentir bien, pero no las uses indiscriminadamente o perderán su poder. Auto-elógiate cuando creas que vale la pena, como un regalo especial.