Alguien nos hace una pregunta, nos desafía o critica de alguna manera… y en este preciso momento, si pusiéramos consciencia a nuestro cuerpo, sentiríamos algún tipo de incomodidad o tensión en alguna parte, porque algo doloroso se ha movido dentro de nosotras.
Este dolor viene de pensar que nuestra identidad o nuestra valía está en juego, cuando en realidad es solo nuestro EGO el que se siente amenazado. El problema es que estamos identificadas con nuestro EGO y nos creemos lo mismo que él. Y la realidad es que nuestra valía nunca está en juego. Todas, en nuestra esencia, somos ya valiosas porque sí.
Tras sentir este dolor emocional, también de manera inconsciente, vamos a poner en marcha nuestros mecanismos de defensa, que pueden varios: racionalizar, contraatacar, ofendernos… dependiendo de nuestras vivencias, de nuestro carácter, etc. En definitiva, nos estamos poniendo a la defensiva.
En este momento ya hemos perdido el contacto con la realidad y nos hemos metido en nuestro propio mundo, determinado por nuestro pasado, nuestras heridas y lo que hemos elaborado sobre cómo es la vida.
Desde aquí la prioridad ya no es conocer la verdad de la situación que estamos viviendo, sino más bien salir de esa incomodidad que estamos sintiendo.
Y así, sin darnos cuenta, estamos dañando nuestra autoestima, que está en íntima relación con el respeto por los hechos.
Las personas con una sana autoestima son aquellas que buscan la verdad, que tienen la intención de aliarse con lo que es, con la realidad. En cambio, las personas con poca autoestima interiorizan que la realidad es un enemigo al que hay que mantener a distancia, siendo éste un duro golpe para nuestro sentido del yo.
¿Y si intentáramos tolerar esa incomodidad, ese dolor emocional que se nos mueve, para entender qué nos trae y qué nos está diciendo sobre nosotras mismas? ¿Y si este dolor no fuera el enemigo sino un aliado que viene a mostrarnos el camino por el que necesitamos transitar?
Ángeles.
Hola Ángeles,
Muy interesante lo que planteas. Como diría un estoico, «no es lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede».
Creo que aquí también entran en juego creencias distorsionadoras, voz interior crítica y, en suma, nuestra herida.
También leí hace tiempo que más importante que la autoestima era la autoaceptación. Con una autoestima muy alta quizá podamos caer en el narcisismo, pero con una autoaceptación alta… ¿el riesgo es la felicidad?
Un saludo