Yo, que me dedico a hablar de ACEPTACIÓN, que acabo de hacer un reto gratuito sobre la aceptación de nosotras mismas y de lo que nos trae la vida, que me sé la teoría perfectamente… yo, sigo encontrando aspectos en mi vida que no estoy aceptando.
Una decisión que tomé cuando fui madre fue la de pedirme una excedencia y quedarme en casa con mi hija, hasta que cumpliera un año, dos o los tres que me permite la ley. Quería levantarme con ella, tener el tiempo de atenderla sin prisas y darle el regalo de que estuviera con nosotros hasta que fuera un poco más mayor, porque podía y porque quería hacerlo.
Durante este tiempo he intentado lanzar mi negocio online y hasta el momento, las cosas no han ido como me gustaría. No considero que haya conseguido ni los ingresos ni la visibilidad que necesito para poder vivir como yo quiero.
He tenido días de bajón, de desilusión, de frustración… porque no consigo los resultados que yo espero, la vida que me gustaría. Y en medio de todas estas emociones, estaba olvidando mi principal motivo de esta vida que yo he elegido, mi principal “para qué”… que es darle a mi hija el regalo de mi compañía, de mi sostén, de mi presencia.
Si explicamos el tema de la aceptación con el ejemplo de la sopa fría, en la que tengo tres opciones:
- Calentar la sopa
- Comérmela fría y disfrutar
- Comérmela fría y sufrir
Digamos que yo estaría en la tercera opción. Estoy viviendo una situación laboral que ahora mismo es la que es y mi postura ante dicha situación es el sufrimiento.
¿Y sabes qué? No quiero cargar a mi hija con esto. Yo me quedo en casa con ella para hacerle el regalo de mi presencia y a la vez yo sufro por lo que está situación me genera… No, no quiero ser una madre sacrificada, no quiero sufrir para darle a mi hija lo que necesita, creo que con eso no le hago ningún favor y que en todo caso sería un regalo envenenado, donde le pongo a ella la carga de mi sufrimiento y donde además con mi ejemplo lo que le enseño es a sacrificarse.
Agradezco enormemente a la vida tener la consciencia suficiente para darme cuenta de todo esto (¡mis años de trabajo personal me ha costado!) y a partir de aquí elijo cambiar, no la situación, porque hay una parte que no depende de mí, pero sí mi actitud ante ella.
Elijo dar gracias cada día por poder pasar el tiempo que paso con mi hija, elijo seguir invirtiendo en mi negocio porque es lo que realmente me apasiona hacer, aunque tenga que hacer algunos cambios, gastar algunos ahorros, o reincorporarme algunas horas a mi anterior trabajo.
Elijo comerme la sopa fría y disfrutarla.
¿Y tú? ¿Qué eliges?