El otro día mi pareja me expresó algo que le había sentado mal. Estaba enfadado y su tono me resultaba duro. Entonces me ocurrió que me sentí como una niña pequeña a la que estaban riñendo. Salió mi niña interior, a la que tantas veces habían reñido.
Me volví a sentir como me sentía entonces, culpable, inadecuada, defectuosa.
Cuando me reñían de niña, el mensaje que me llegaba era que yo estaba mal y conectaba con mucho malestar. Me sentía rechazada por esa persona que me estaba riñendo, por el tono de la voz, por los gestos, por la energía que me transmitía.
En esos discursos de mis padres había crítica, había juicio, incluso a veces había descalificación. Ahora me doy cuenta de que no es la forma de dirigirse a una niña, pero entonces no podía verlo. Entonces lo único que podía hacer era creer a los mayores, ellos eran los que sabían, ellos los que tenían razón.
Esta es la visión de un niño, siempre se va a culpar a él antes que culpar a los adultos de los que depende.
Ahora ya soy adulta y tengo herramientas para ver que la que está reaccionando es mi niña herida.
Esto nos ocurre constantemente, nuestras niñas heridas reaccionan a sus heridas, y si no nos damos cuenta de que está ocurriendo, vamos a culpar al otro de nuestro malestar. En mi caso, si yo no me doy cuenta de que me siento como cuando me reñían de niña, si no conozco mi historia y no me doy cuenta de que estoy trayendo cosas de entonces, voy a culpar a mi pareja de todo eso que estoy sintiendo.
La realidad es que eso que a mí me pasa tiene mucho más que ver conmigo y con mi historia, con lo que yo ya traigo, que con mi pareja o lo que él me pueda estar expresando en ese momento.
Por eso es tan importante conocer tu historia, de dónde vienes y cuáles son tus principales heridas, porque es a través de ellas como vas a interpretar lo que te pasa en la vida, y si no te das cuenta de que es tu niña herida reaccionando, no vas a poder contenerla, validarla y consolarla, y vas a dejarte llevar por esas emociones que aparecen.
¿Cuál es la alternativa?
Una forma más saludable y madura de funcionar en la vida es estar atenta a cuando aparece nuestra niña interior y maternarla nosotras.
Darnos cuenta de que eso que estamos sintiendo tiene más que ver con nosotras que con los demás.
A mí me sirvió, en ese ejemplo que te cuento, decirme a mí misma cosas como: “cariño, estoy contigo, yo te cuido, podemos parar esto cuando queramos, no tenemos porque seguir escuchando este discurso que nos duele, ahora ya podemos pararlo, podemos poner un límite cuando queramos. Este enfado no va contigo, tú eres inocente, totalmente inocente. Es él que conecta con sus propias heridas, no tiene que ver con nosotras. Tú tienes todo el derecho de actuar como has actuado, a pesar de que a él le moleste. Eres inocente, no te refieras este enfado, no va contigo…”
Ésto es lo que necesitaba escuchar en ese momento para calmarse, además de mi mirada y mi apoyo. Yo estaba ahí con ella y me imaginaba abrazándola.
Así le doy ahora lo que entonces necesitó y no tuvo. Desde mi adulta, la que ya sabe, ya entiende las cosas que ella no entiende, la que le marca el camino, se ocupa de ella y le da lo que necesita.
Ahora, mi niña interior ya no está sola.
Buenos días, Ángeles. Un buen artículo, me he visto reflejada en bastantes momentos de mi vida. Creo que has dado en la diana. Una gran ayuda que intentaré aplicar como buenamente pueda. Gracias.
Me alegro mucho de que te sirva! Si tienes cualquier duda, resistencia o simplemente te apetece compartir la experiencia de cómo es aplicarlo a tu vida, aquí me tienes 🙂