Si te complazco, es porque para mí tú eres más importante que yo. Necesito de ti, de tu mirada y de tu aprobación, o al menos creo que lo necesito, porque cuando somos adultos esta dependencia es en realidad una ilusión.
Vivimos en un engaño, donde creemos que todavía necesitamos al otro para sobrevivir. Es un autoengaño, o mejor dicho, es que no hemos parado a pensarlo y por tanto, no nos hemos dado cuenta de que las circunstancias han cambiado y nosotras seguimos jugando con las reglas de antes.
Ya no somos niñas, ya no necesitamos de nadie para sobrevivir. Es verdad que somos seres sociales, que necesitamos apoyo y cariño de los demás, a veces también ayuda, pero no necesitamos mendigarla, ni tirarnos al suelo y dejar que nos pisen para conseguirla.
El rechazo duele, sí. El abandono también. La crítica y el juicio son molestos. Pero no podemos vendernos a nosotras mismas para evitar sentir todo esto.
A eso que tenemos tanto miedo, en realidad es mucho peor en nuestra cabeza. Una vez que nos atrevemos a mirarlo y lo sentimos, nos damos cuenta de que lo podemos soportar. Una vez que dejamos de resistirnos, vemos que la cosa no era para tanto.
¿Qué es eso que te da tanto miedo? ¿Eso que crees que no puedes soportar?
No es verdad que no puedas, es sólo que no te has parado a pensar de qué estás huyendo, ni siquiera te has dado cuenta de que estás huyendo.
Podemos soportar ese dolor. Es solo dolor. Si nos resistimos le damos más fuerza. Lo postponemos, intentamos huir de él… y entonces la sombra de este dolor que nos acecha se convierte en algo horrible en nuestro inconsciente. Pero una vez que lo miramos de frente, pierde casi toda la fuerza.
¿Y si en realidad no necesitas tanto la aprobación de los demás como tú crees?
A veces es cuestión de dejar a la gente que se enfade si necesita enfadarse, o de alejarse de nosotras, si es lo que necesita hacer. Ya volverán… o no. Pero en cualquier caso es decisión de ellos. Nosotras lo único que podemos hacer es ser honestas, ser nosotras mismas, y dejar que los demás hagan lo suyo. A veces dolerá, y no habrá más remedio. Pero habremos sido fieles a nosotras mismas.
Escúchate. ¿Qué te pasa justo en ese momento en que necesitas complacer al otro? ¿Qué te pasa en ese preciso momento para necesitar pasarte por encima?
El que importa es el otro, que esté bien, que haya buen ambiente, que la gente esté cómoda… y yo me quedo invisible, olvidada por mí misma.
Y sin embargo, en esos momentos sentimos ese impulso tan fuerte en nosotras… complacer, atender, gustar. Algo dentro de nosotras cree que hay mucho en juego.
¿Y para ti? ¿Qué pones tú en juego?
¡Cuánta verdad!
Ya sólo la primera frase, ¡cuánto me ha llegado! «Si te complazco, es porque para mí tú eres más importante que yo. »
Gracias 🙂