Es importante que validemos aquello que les pasa, aquello que sienten. Ellos tienen derecho a sentir como sienten, tienen derecho a enfadarse, a frustrarse, a ponerse tristes.
Si yo le pongo un límite a mi hija, si le digo que no le dejo algo, que no puede tocar algo o no puede ir a algún sitio, ella tendrá que hacerlo pero igual llora o se enfada muchísimo porque no es lo que ella quiere o necesita en ese momento.
Algunos padres no solo ponen el límite (muchas veces necesario) sino que además penalizan, critican o prohíben las reacciones emocionales de sus hijos. No llores, no te enfades…
Está bien que cumplan con el límite que les ponemos, pero ¿cuál es el problema de que ellos expresen eso que están sintiendo? ¿Tú me has puesto un límite y yo ni siquiera me puedo enfadar? ¿No puedo expresar toda esa frustración que siento y aliviarla llorando?
El problema no es que ellos conecten con sus sentimientos, sino que, al verlos, nosotras conectamos también con los nuestros. Y ésto puede resultar muy incómodo.
Pero no somos conscientes de ello, todo este proceso lo hacemos sin darnos cuenta, y al hacerlo así nos les estamos haciendo ningún favor a nuestros hijos porque les estamos diciendo que tienen que reprimir sus emociones, que enfadarse o llorar está mal. Los estamos juzgando.
Creo que es muy importante que les hagamos sentirse con derecho a enfadarse, a frustrarse o a llorar. Validar todo esto que al niño le pasa cuando algo no le gusta, le molesta o le duele. Tienen derecho a sentirse así y a expresarlo, y es importante que nosotras se lo hagamos saber.
Yo a mi hija le digo cosas como: “Sé que quieres ésto, pero ahora mismo no puede ser. Entiendo que te frustres o te enfades. Estás en tu derecho y a mí me parece bien que lo hagas”.
Para poder hacer ésto, tienes que estar muy centrada en ti. Si no pones un poco de conciencia te vas a dejar llevar por tus automáticos, por eso que te sale sin pensar, que seguramente será enfado. Entonces, si nos dejamos llevar por nuestro enfado, vamos a responsabilizar a nuestros hijos (y sus reacciones emocionales) de nuestro malestar.
En el momento que hacemos ésto solo nos queda tratar de poner fin a lo que creemos que es la causa de nuestro malestar ¿y cómo lo hacemos? Tratando de censurarte, de criticarte, de chantajearte, haciendo que te rechazo si no paras… lo que sea necesario para dejar de sentir nuestro malestar. En estos momentos no podemos ver a nuestros hijos, estamos raptadas por nuestras propias emociones, ellas tienen el control.
Estoy convencida de que todas las madres (y los padres) adoramos a nuestros hijos, no es cuestión de maldad ni de malas intenciones. Es cuestión de falta de herramientas, de conciencia y de autoconocimiento lo que nos hace dañar a nuestros hijos sin darnos ni cuenta.
La solución es sencilla. Adquirir las herramientas que nos hagan falta para ser más conscientes y poder tratarnos a nosotras y a ellos con más amor y respeto.
Por ellos, por nosotras.